sábado, 24 de noviembre de 2007

Cada mañana se pierde una pequeña batalla

Me molesta.
Me molesta que suene cuando más a gusto estoy.
Todo sucede como los días precedentes. Es un bucle repetitivo que me insta a ignorar ese incesante pitido, para aceptar el hecho de que estoy despierta a penas unos segundos después.
Siempre es igual: me levanto con desgana, llego hasta él, lo apago, y vuelvo al cobijo de las sábanas.
Y me quedo ahí un ratito más. Me arrebujo todo lo que puedo, tapo cualquier rendija que deje pasar el frío de la habitación y sueño... o al menos lo intento. Pero ya no es igual. No es fácil retomar el hilo. Poco a poco voy olvidando la historia que la noche me ha contado. La olvido, pero sigo sintiéndola. Es curioso cómo cada sueño deja una sensación en mi cuerpo muy distinta a las que puedo recordar. Será porque luego no sabría describirla. Es posible que al día siguiente sienta algo parecido, si no igual... pero para mí suele ser nuevo. Distinto. Extraño. Y me gusta.
Y a la vez me entristece: es el despertar. Despertar sin desearlo, por culpa de un insufrible sonido parpadeante; pitido agudo y chirriante que se cuela por mis oídos y me sobresalta.
Miro el reloj.
Quedan minutos. Aún puedo pensar. Aún puedo soñar un poco más. Y me arrebujo. Apoyo la cabeza sobre mis manos. Las piernas encogidas; los brazos unidos. Me tapo con el pelo. Meto el pantalón del pijama por debajo de los calcetines: odio que se levante con cada movimiento. A veces sonrío al pensar lo ridícula que estaré con los pantalones por dentro de los calcetines, o la camiseta por dentro de los pantalones. Pero entre las sábanas no me importa el aspecto. Sólo una cosa es primordial: tapar las rendijas. Todas. Pasadizos esquivos que erizan mi piel. Qué traicioneras son.
Miro el reloj.
No, no y no. No pienso levantarme. Me enfurruño. Hoy me quedo aquí. Me abrazo a la almohada y añoro todos esos días en que puedo dormir todo el tiempo que quiera: días pasados, en su mayoría. No quiero levantarme... no quiero.
Hasta que me levanto.
Enciendo el calefactor, y gasto los siguientes cinco o diez minutos dejando que el calor abrasante acaricie primero mis manos, y luego todo el cuerpo. Ya se oye movimiento fuera, al otro lado de la puerta. Yo también debería estar ahí. Pero sigo delante del maravilloso foco de calor.
Sólo un ratito más...

martes, 20 de noviembre de 2007

Para volverse loco/a...

... y es que ya vinieron alumnos de 3º,4º o 5º -cuando sólo llevabamos dos semanas de curso- a clase de introducción a la construcción para decirnos, entre otras cosas: "no es justo que después de dejarnos la salud en esta carrera no nos den en título". Pero bueno, esa es otra historia que ahora mismo no me interesa demasiado -aunque debería-.
- Salgo de fundamentos matemáticos con muy mal sabor de boca. Pienso "bueno, esto lo voy a entender cuando me lo estudie y me pase horas practicando".
- Salgo de fundamentos físicos cansada del esfuerzo que supone prestar atención las dos horas, pensando: "bueno, esto lo voy a entender, aunque me cueste, estudiando en casa, practicando y iendo a la academia".
- Salgo de una clase de geometría descriptiva sabiendo que tengo que entregar una práctica (que voy a hacer en cuanto termine esta entrada) para dos días después, y sabiendo también que nos va a poner un examen la semana que viene de todo lo que llevamos; y pienso: "bueno, al menos geo. desc. la entiendo, sólo es cuestión de pasarse el fin de semana practicando y ya está".
- Salgo de Análisis de Formas -asignatura que, por cierto, me gusta- pensando: "vale, ésta se me da bien, y me gusta, aunque voy a tener que echar horas haciendo el próximo trabajo, el que me queda del día que no pude ir y el que el profesor me dijo que mejorara".
- Salgo de historia, después de una hora y media de duro esfuerzo mental para no dormirse -y, sobre todo, para tener unos apuntes decentes, y me pregunto: "¿serán suficientes los apuntes para el examen?" Lo peor es que sé que la respuesta es NO. Tendré que buscar textos de entre los 20 libros o así que el profesor nos ha recomendado. Bien. "Bueno, al menos sólo es estudio. Un tocho, pero empollar al fin y al cabo. Nada que no se solucione con muchas horas hincando codos".
¿Cuántas asignaturas me quedan?
Introducción a la construcción (fácil, o eso se supone, una vez más solo es cuestión de "hincar codos y hacer ejercicios" xD); materiales de construcción (pesada, aburrida, pero meramente de estudio... ¡am no! se me olvidaba que también hay prácticas -cuyos ejercicios se supone que son fáciles pero a mí me lían un poco. "Será cuestión de estudiar...". Y, la última, y no por ello menos importante, mi queridísimo dibujo técnico. Esa maravillosa asignatura cuya clase dura 4 horas, que se divide en realidad en "dibujo I y II", por lo que te juegas el doble de créditos, (16 o por ahí, creo). Y las láminas te quitan sólo unas 10 horitas semanales -en serio, si quieres hacer una lámina decente que roce el 5, puede que me quede corta-, pero total, como no tengo nada que estudiar...

¿¿Y dónde se queda el tiempo libre?? ¿Tengo de eso?
Sí, tengo. Porque me lo doy; pero ya pagaré las consecuencias xD (y no, no me lo tomo a risa. Y sí, me esfuerzo.)
Supongo que todas las carreras serán igual. En realidad todo se puede llevar con calma si te organizas, pero yo no soy precisamente la organización en persona.

:/
Bueno, todo se verá.

sábado, 10 de noviembre de 2007

Palabras

Ayer me dijeron cosas que me hicieron pensar.
"Cuando no tienes ese calor debes suplantarlo con algo. No pases frío. No vuelvas a pasar frío por las mañanas".
Pero no sólo es un frío físico, es algo más... y ella lo sabe.
"Cubrir esa carencia..."
"Tómate un baño. Un baño te hace sentir acompañada. El agua te envuelve, te abraza."
"¿Qué es lo que te falta? No digas que no lo sabes. Piénsalo. Ahora mismo, ¿qué cambiarías? ¿qué echas de menos?"
Ella lo supo. Supo qué era lo que me faltaba, lo que cambiaría, lo que echo de menos.
"Se puede echar de menos algo que nunca se ha tenido."

Lo sé.