sábado, 27 de abril de 2013

A veces no queda otra cosa más que pensar.

Recuerdo un día, aunque no qué día en particular, ni el mes, ni el año., hace tiempo. También recuerdo que ya escribí sobre ello; quizá busque ahora el escrito, tiene que estar por ahí. Creo que caminaba por mi calle. Lo que recuerdo bien es lo que me puse a pensar. Fue uno de esos momentos en que uno tiene una revelación profunda y trascendente que un millón de personas han tenido antes que tú pero que, aún así, te hace recapacitar. Ahí va:

Me puse a pensar en los segundos que iban pasando mientras andaba por la calle. Un segundo. Otro. Todos perdidos. No de manera negativa, simplemente, idos. Pasados. Únicos e irreversibles. Y pensé en lo única que yo era. Y lo única que era esa otra persona que caminaba por la misma calle que yo. Porque justo en esos momentos, en ese lapso de tiempo, en esos segundos que yo iba gastando mientras elaboraba mi razonamiento, era yo, y sólo yo, en todo el universo, quien ocupaba ese espacio. Y nadie nunca, jamás, lo haría al mismo tiempo que yo (Menos mal que no me puse a pensar en realidades alternativas). Otros lo harían, pero tiempo después. Y tanta gente, como yo -de hecho todo el mundo- sería el protagonista de un lapso de tiempo en un espacio determinado. Y sólo yo, y cada uno, vería el mundo desde una perspectiva única. Desde mi altura, a través de mis ojos, en la posición que ocupaba, con una determinada luz, con un determinado estado de ánimo, con el azar o la voluntad que guía el hecho de que esté mirando hacia un lado y no hacia otro.

Y nada más. No recuerdo qué hice después.

sábado, 20 de abril de 2013

Más escritos que encuentro rebuscando en el trastero de los 15 años

 BALANZA



Te está acariciando... besa tu frente.
Es ese aire que suaviza tus mejillas. Abre los ojos y siéntelo. ¿No quieres explorar ese mundo maravilloso? Déjate llevar... no tienes nada que perder. Si tienes miedo, permanece con los ojos cerrados... pero siente.
¿Sientes esa calma? Escucha como susurran tu nombre... ellos, los que quieren que seas feliz. ¿No vas a acercarte a ellos? ¿No quieres conocerlos? Escucha sus cantos, mira cómo juegan. Da un paso más y avanza.
No dudes... no pienses. Haz lo que sabes que deseas. Aquello que anhelas. Tú te lo mereces. Mereces esa felicidad. ¿No ves como todo el mundo te espera? Acércate a ellos y déjate abrazar. Nunca sufrirás.
Avanza, no pienses, siente, y dame una respuesta...


...Lágrimas. ¿Son lágrimas eso que veo? ¿Lloras ante la felicidad? Este mundo está creado con cada pincelada de tu corazón. Te lo ofrecemos. Ven, mira, obsérvalo. ¿Los ves? ¿Ves a esa gente? Sí, son ellos. Son todos ellos. Todos están aquí, y te sonríen a ti. ¿No quieres ir? Todos han ocupado un hueco en tu corazón... sus existencias determinan la tuya. ¿Crees que podrías vivir sin su cariño? Ve, sé feliz. ¿Qué deseas?...


...Conduces tu mano hacia ese mundo. Quieres tocarlo. Quieres sentirlo... Sé que lo deseas, por eso no has dejado de mirarlo. Por eso tus ojos están bañados en lágrimas. ¿Lo has visto a él? Sí, lo has visto, una de tus lágrimas lleva su nombre. Te está esperando... lo sabes, ¿verdad? ¿Los ves a ellos? Aquí, Lara, son felices. Jamás te dejarán sola, nunca te abandonarán. Pero no hace falta que te lo diga. Sé que puedes sentirlo. Lo sé porque tu alma te delata. ¿Por qué no dejas de sufrir y te agarras a lo que deseas? ¿No es eso lo que siempre has querido?...


...Estás temblando, no dejas de mirar, tu labios articulan palabras que se deshacen en el aire... ¿Por qué dudas tanto? ¿Por qué no dejas de llorar? Si es esto todo lo que deseabas, ¿por qué no has dado ni un solo paso? Ingenua. ¿Acaso crees que tras esa puerta encontrarás la felicidad? Sólo tienes que observar el resquicio... es oscuro... la luz no existe en ese mundo. ¿Cómo es posible que dudes? La balanza está sobre la mesa. La puerta, el aire... El mundo que te muestro es mucho mejor que ese que dejas atrás. Está al alcance te tu mano. Lo tienes ante ti....
Ahora toma tu decisión. Siente el aire, la calidez de las almas que te esperan, la vida, esa nostalgia que siempre te atormenta desaparecerá, la felicidad cubrirá cada rincón de tu cuerpo... todo. Sólo tienes que dar un paso y el aire te guiará....



“¡¡¡NOOOOOOOOOO!!! ¡¡¡NOOOOOOO!!!”



¡¿Cómo?! ¡¿Das media vuelta?! ¡¿Te despides del mundo de la felicidad?! ¡¡Insensata!! ¡¿Por qué?! He visto en tus lágrimas lo que realmente deseas... ¿por qué no lo aceptas? Si abres esa puerta, nunca más podrás volver...


“Pues no volveré”.

PLOMP.

La puerta se ha cerrado... ¿por qué lo hizo? No lo entiendo... ¿se dio cuenta? ¿No conseguí engañarla? Era perfecto... ella se dejaba llevar por sus verdaderos sentimientos... Ella lo deseaba de verdad. Lo vi en sus ojos. Vi cómo lo miraba a él. Vi el temblor de sus piernas... Y, a pesar de eso, dio media vuelta y se fue.
¿Se dio cuenta de que esto no es real? ¿Consiguió ver a través del velo de sus deseos?... Es posible que tuviera ilusiones. Tal vez quiere crear ella misma este mundo. Tal vez desea darle luz al mundo que hay tras la puerta. Incluso.. tal vez, derramará otra lágrima por él. Y lo sabe. Pero, aun así, es su elección.

Entonces... ¿es feliz encontrando su propia felicidad?


jueves, 18 de abril de 2013

Debía tener unos 15 años cuando escribí esto:

El frescor matinal entraba por una pequeña ventana envolviéndolo todo. La suavidad de los trazos que componían la habitación era abrumadora, y pequeñas sombras envolvían cada rincón. Inmersa en una especie de sueño relajante, comenzó a despojarse de las prendas que la cubrían: deslizó por sus piernas de seda un pantaloncito blanco y lo arrojó a un rincón; siguió con la camiseta y, en el recorrido, despeinó sus cabellos negros. Camiseta y pantalón se reunieron mientras observaba el suelo raso que pisaban sus pies descalzos. Estaba frío. Miró su reflejo en el espejo y le dedicó una sonrisa melancólica. Se dio la vuelta, se metió en su bañera y abrió el grifo. En pocos segundos un hilo de agua comenzó a resbalar por su hombro, su espalda, sus piernas... y, al poco
tiempo, una capa incolora de un exquisito y fresco elixir la cubría por completo. Sus ojos se cerraron con gesto apacible. Sereno. Levantó la cabeza, y el agua golpeó sus párpados y bañó sus pestañas. Era maravilloso. Si se concentraba, podía distinguir el tacto de cada gota como seda escurridiza entre sus dedos, el fresco olor de la mañana, el sonido de la lluvia al caer... El azul se volvía azul brumoso. Los tonos blancos, neblina. Dejó que su pelo cubriera por completo sus oídos y el sonido se fue alejando cada vez más. O eso, o era ella la que se alejaba pues, en poco tiempo, se encontró en medio de una calle vacía y mojada por la lluvia. El sonido monótono de las gotas golpeando el asfalto recordaba al silencio, y el cielo, que no dejaba de llorar, estaba más azul que nunca. Desnuda, sin moverse, el frío no le importaba.

Una silueta se abrió paso entre una cortina de agua, justo delante de ella. Sus cabellos mojados besaban una cálida sonrisa y, sus ojos, oscuros y blancos a la vez, la devoraban a varios metros de distancia. Apenas se movió durante unos segundos, tiempo suficiente para que sus miradas se encontraran. En ese preciso instante, la abordaron multitud de recuerdos y, creyendo que se iba despertar, la chica alargó su brazo y le tendió la mano. Él tan sólo sonrió. Ella no quiso entenderlo, por qué no la tocaba, no quiso pensar, no quiso afrontar, desvió su mirada, no quiso llorar. Hasta que comprendió y alzó la vista hacia él. Una lágrima asomó en sus ojos y se perdió como una gota de lluvia. Esa sonrisa que tanto anhelaba, él se la estaba regalando. Pero nada más. Por cercano que lo sintiera, estarían siempre separados por un vacío infranqueable. Jamás podría suceder. Justo en el momento en que se giraba para marcharse, corrió y se aferró a él. Lo tocó y lo sintió sin tocarlo. El agua la abrazaba y besaba sus labios y, con los ojos cerrados, vivió la calidez de su aliento y la suavidad de su piel. Pronto dos siluetas se hicieron una, y la lluvia los envolvió aislándolos de todo lo que no fueran él y ella... ella y él. Como si de una despedida se tratase, siguió aferrada a su mentira, tozuda, ansiosa, grabándose cualquier detalle que se le pudiera escapar. Hasta el mismo infinito le habría parecido un instante. Por eso, cuando él se separó y le dijo adiós hasta desaparecer, ella creyó que jamás había ocurrido. No pudo dejar de llorar mientras se alejaba su más preciado anhelo. Esta vez, para siempre.

Y abrió los ojos para despertar y ver una sola gota caer. Una lágrima, una gota de agua, una perla quimérica, su elixir de esperanza. Cerró el grifo, se sentó y rodeó sus rodillas con los brazos. Acurrucada, dejó que el agua terminara por extinguirse. Dijo adiós a las hadas diminutas y sintió un frío infinito que la hizo tiritar. Su mirada se posó en un reflejo de luz que atravesaba la bañera, y siete colores aparecieron delante de ella. Siete colores cálidos, igual que una sonrisa.