No tengo tiempo, y no sé si ya tengo las ideas claras. Pero sí sé que no puedo dormir, y que necesito escribir. Sobre ti. Para ti.
En situaciones como éstas uno se pregunta qué decir. En realidad me pregunto muchas cosas: qué debería sentir, cómo estoy, cómo he reaccionado, cómo ha ocurrido todo esto... y si realmente habrán secuelas. En cuanto a este último punto, sé que las habrán. Pero a veces me descubro con una tranquilidad dentro de mí que en el fondo no consigue más que asustarme.
No importa, no escribo para hablar de mí. Escribo para hablar de ti. Para que la gente que no te conoce sepa que existes. Para que sepan lo injusta que ha sido la vida contigo, y que cuando digo “eres de las mejores personas” no lo digo por decir. No es una apreciación, es un hecho aplastante.
Cuando era pequeña te admiraba. Cuando era pequeña sentía emoción al saber que ibas a venir, o que yo iba a ir a tu casa. Sentía vergüenza, no tenía confianza, pero me inspirabas un profundo cariño.
No hace falta que te lo diga, porque ya lo sabes de sobra –para estas cosas no creo que seas muy ingenuo-; pero el resto del mundo, esa parte que no te conoce, no sabe por qué digo que eres de los mejores: hay muchísimas razones.
Porque siempre has sido ambicioso.
Porque siempre has luchado por tus ambiciones. Edit (comentarios de mi madre): siempre has sido trabajador, MUY trabajador... eras ambicioso en el sentido de que te has ilusionado facilmente y has luchado por lograr tus ilusiones... Siempre has tenido don de gentes, nunca has pasado desapercibido. Siempre has sido muy emprendedor. Siempre has sido muy sensible... y siempre has necesitado cariño de verdad. El cariño de los demás, de la gente a la que quieres.
Porque, a pesar del sitio donde te criaste, te diferenciaste desde pequeño de los demás. Tú eras el niño solitario, el incomprendido, el niño inteligente que se cuestionaba las cosas y que no seguía al rebaño así porque sí.
Eras un bichillo de pequeño: travieso donde los haya. Pillo y listo como el que más. Siempre tan hábil; siempre tan talentoso... Siempre tan imaginativo, tú, sorprendiendo de vez en vez.
Pero no es sólo eso lo que te hace especial: es también el amor incondicional hacia tus hijos. Es esa fuerza que te ha llevado a hacer frente a la vida desde la niñez. Son esos secretos guardados que nunca contaste y que tu carita de niño fuerte escondía. Fuerte... y tan frágil.
Quiero decirte que eres de los mejores porque me encantaba cuando llegabas. Porque, a pesar de que tus ambiciones te llevaron a altas categorías, siempre fuiste sencillo para las cosas cotidianas. Cuando aquella vez, yo, acongojada, te dije que no veía bien con las gafas, me miraste con una cálida sonrisa y me dijiste que no me preocupara. Me asusté tanto... Tenía tanta vergüenza que no me atrevía a pedirte ayuda. Llamé a mi madre para decirle que mis gafas estaban estropeadas. Que el cristal se había salido y que al ponerlo de nuevo se veía mal. Y mi madre me dijo que te lo contara. Y, cuando lo hice, me alegré de haberlo hecho. ¿Qué edad tendría yo? ¿Ocho? ¿Menos? ¿Más?
No lo sé, no lo recuerdo. Pero sí recuerdo que a los pocos minutos llegaste con mis gafas en las manos, me las tendiste, y te reíste. Y a mí me entró mucha más vergüenza.
Has sido el mejor padre. El mejor donde los haya. Pocos han jugado como tú en la arena de la playa. Pocos se han dejado sobar tanto por unos chiquillos tan pegajosos. Eres de los pocos que han hecho tantos kilómetros por unas cuantas horas con sus niños.
Y es tan injusto que la vida te haya tratado así... No lo merecías. No lo merecías para nada. Merecías la vida que una vez te ganaste, y que tan cruelmente se te escapó. No merecías la soledad que empañaba tu alma. No merecías el aburrimiento que en tus últimos días te atormentaba... ni ese miedo constante, ni esa sensación de desamparo, ni ese pánico por el porvenir.
Aún así tu lucha llegó hasta el último suspiro. Y eso dice tanto de ti...
Es extraño. Todo es demasiado extraño. Tú no eres cualquier persona. No eres alguien prescindible. Eres tan imprescindible que se hace inconcebible que ya no estés.
Y ahora que ya no estás... me esfuerzo por no recordar algunas escenas de los últimos días. Porque sé que no debo... pero no dejo de pensar en que desearía que muchas de ellas no se hubieran producido. Porque te habría dicho que mientras te daba la espalda mi pecho se inundaba de lágrimas. Te habría dicho que fue horrible dejarte de lado. Te habría dicho, aunque sé que lo sabías, que construí una coraza enorme para olvidar el dolor que se enterraba en Barinas... y que por eso ya casi no te visitaba. Por eso ya casi no iba por allí. Porque me dolía. Me dolía en el alma verte así. Y fui tan cobarde que te dejé solo hasta el pasado viernes. No, hasta el domingo. Hasta ayer. Perdóname. Pero qué podía hacer. Me pregunto si yo podía haber hecho algo. Y creo que no... aunque no lo sé. Si te dejamos solo fue porque ya no sabíamos qué hacer. Porque el choque de sentimientos cuando estaba contigo era demasiado para mi. Porque ahora ya no sé si pensar que nos equivocábamos, y que aún había esperanza para ti, o pensar que teníamos razón, para así calmar mi alma... De una forma u otra, nunca abandonaste mi corazón. Nunca. Es sólo que te aislé, para no sentirte.
Hasta hoy. Hoy te he visto por última vez, para decirte adiós. Para decirte que te quiero, y que no lo digo por decir.
Que no podré olvidarte nunca. Jamás.
Porque tu no eres cualquier persona. Eres de los mejores. Eres de los grandes, de los que no se merecen un sufrimiento así.
Eres mi tío Marcos, el de toda la vida. Y te quiero mucho.
(Este escrito no te hace justicia. Mil lágrimas no te hacen justicia. Para que alguien que no te conoció pueda apreciarte en su totalidad debería hablar durante horas y horas sobre ti... y tal vez así, la justicia, por una vez, se pondría de tu parte)
3 comentarios:
Lo que has escrito es muy bonito.
Animo Lara
Bonito y emotivo, muy emotivo.
Para lo que necesites, ya lo sabes.
un texto precioso
animo kariño i aunke ya no tengamos muxa relacion, si kiers algo sabes donde m tienes
un besito pekeña :*
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