miércoles, 10 de febrero de 2010

Compañía

En cuanto entramos al bar encontramos un sitio donde quedarnos. Mi novio me da un beso en la mejilla y se dirige a la barra a por una jarra de cerveza. Es tan dulce...

Mientras espero, echo un vistazo al lugar y noto que la gente me mira. No me extraña. Soy una chica atractiva y hoy estoy especialmente guapa. El pelo lacio me tapa los hombros y llega a la altura de mi pecho. Mis ojos negros son grandes y penetrantes. Soy delgadita, de buen cuerpo.
Una chica me mira de reojo y, en cuanto nuestras miradas se cruzan, disimula. En una esquina, sentados en un sofá, tres chavales cuchichean sobre mí.

Mi novio llega con la bebida y la coloca a mi lado, sobre una pequeña barra. Él se queda de pie y yo sentada. "A la próxima voy yo a por la jarra, cariño", le digo. Me sonríe y me besa.

Charlamos sobre trivialidades mientras bebemos. Va a empezar un concierto de un grupo aficionado y nos volvemos hacia el escenario. Me apetece bailar, pero estoy más cómoda sentada.

"Luego", pienso.

Una pareja entra y, automáticamente, se fijan en mí. Sólo son un par de segundos, pero me doy cuenta. Hoy me siento distinta, más bonita, sí. Pero no me miran por eso.
Las chicas no sienten envidia cuando vuelven la cabeza hacia mí.
Los chicos no me desean.
Es lástima lo que reflejan sus ojos.

¿Y qué más da que esté sentada? ¿Qué mas da que no pueda bailar? Lo estoy pasando bien igual.
Son mis piernas las que no quieren moverse, no yo. Son independientes de mí. Yo puedo hacer lo que quiera. La jarra de cerveza está a unos centímetros de mí. Alargo el brazo y la cojo. "¿Lo véis?".

Mi chico me ha dicho algo que no he escuchado. Le presto atención. Cada día me hace el mejor regalo del mundo. Normalidad. Me trata con normalidad. Y está siempre conmigo.
Un grupo pasa sorteándome. Nadie me empuja ni me pide que me aparte. Es una ventaja.

Esta vez soy yo la que se fija en algo. En un pequeño reservado con dos sofás, varias personas charlan. Veo algunas caras cansadas y cuerpos recostados. Hay jarras vacías sobre una mesa.
Pero eso no me importa. Es él. Un chico. Me está mirando. No es extraño, muchos lo hacen.
Pero es diferente. Me doy cuenta en cuando lo veo. Y es que no me está mirando a mí.

Nos está mirando a NOSOTROS.

Mi novio y yo. Nos mira a los dos. Creo que es la única persona en todo el bar que no me observa con lástima. Al menos, no es ése el primer sentimiento que ha cruzado su alma.

TERNURA. Siente ternura.
¿Por qué? Lo sé perfectamente. Por el hombre que se encuentra a mi lado. Porque me quiere y me apoya, y no le importa que no pueda levantarme.

Y eso me colma. Es lo que todos deberían ver. Tengo algo de lo que muchos carecen: a alguien que me quiere de verdad. Tengo a mi chico, en lo bueno y en lo malo.
No puedo bailar. No puedo correr. No puedo ir a la barra a por cerveza porque está muy alta para mí.
Pero puedo besar y hablar, y mirar, y decirle que lo quiero, y sonreirle.

Se termina la cerveza y mi novio vuelve con otra. Noto calientes mis mejillas. Asoma el resquicio de la borrachera. "A la próxima voy yo, cariño", le digo. Me sonríe y me besa.
Giro la cabeza hacia el reservado y miro al chico de antes. Está hablando con una chica.

Y sé de qué están hablando.

1 comentario:

Darkkz dijo...

La chica de la silla de ruedas era guapa, y quizás eso fuera algo temporal. Quién sabe.