Hacía mucho que no escribía una entrada como la que voy a escribir.
Un escrito con el que te desahogas a la vez que mides al milímetro cada palabra, porque sabes que esto no es un diario personal, y que lo que escribes lo haces porque quieres que los demás lo lean.
Sin embargo, ya no tengo dentro de mí esa sensación que antaño me impulsaba a escribir sin miedo, o al contrario, con todo el miedo del mundo. Supongo que la vida funciona por etapas, y ahora la que estoy pasando me dice que reserve para mí lo que es mío, lo que es íntimo, lo que yo elaboro, y me limite a decirle a los demás un par de cosas:
Por ejemplo, que acabo de escuchar un par de canciones que me han despertado una Lara algo olvidada estos días, estos meses. Son curiosos esos flashes que nos inundan en un segundo. En un segundo puedo verme, y no sólo verme, sino sentirme, recordarme en un rincón de mi habitación, soñando, creyendo y esperando que todo eso que mi cabeza añora y convierte en una ilusión se haga realidad.
Por ejemplo, todas esas cosas que suelo hacer porque quiero hacerlas, y que siempre siempre, tras hacerlas, me hacen sentir estúpida, o me hacen dudar, o consiguen borrar la poca seguridad que había conseguido labrar con esfuerzo.
Por ejemplo, los pensamientos estúpidos que siempre han sido característicos en mí (no puedo evitar sonreir al escribir lo de "pensamientos estúpidos". Ahora mismo es lo más bonito que puedo escribir. Me encanta poder permitirme ese tipo de pensamientos. Me encanta poder seguir siendo estúpida de vez en cuando, y no en el sentido despectivo, sino en el sentido de "tonta ignorante").
Y, por supuesto, la ilusión por convencer a los demás de que se puede creer en ellos. Pensamientos irreales, soñadores... Ahora, hay veces que me doy cuenta de que se alejan de mí, y sé que es bueno, sé que eso me asienta en la tierra, y que ahí es donde debo estar. Pero cuando los veo irse, y noto que debo dejarlos ir... siento que una parte de mí se va con ellos. La parte que protegía a toda costa.
La parte que más daño me hacía y que más me ayudaba. Es precisamente lo que dicen del amor, dejando a un lado la discusión de si existe o no. Que hace daño, que duele, que hace llorar, que desgarra... pero no queremos dejarlo ir. Y entonces te preguntas sólo una cosa: ¿Por qué?
Qué cursi suena, ¿verdad?
Cuando me permito tener este tipo de pensamientos, me siento un poco mejor.
Cuando obtengo conclusiones, no tanto.
Un escrito con el que te desahogas a la vez que mides al milímetro cada palabra, porque sabes que esto no es un diario personal, y que lo que escribes lo haces porque quieres que los demás lo lean.
Sin embargo, ya no tengo dentro de mí esa sensación que antaño me impulsaba a escribir sin miedo, o al contrario, con todo el miedo del mundo. Supongo que la vida funciona por etapas, y ahora la que estoy pasando me dice que reserve para mí lo que es mío, lo que es íntimo, lo que yo elaboro, y me limite a decirle a los demás un par de cosas:
Por ejemplo, que acabo de escuchar un par de canciones que me han despertado una Lara algo olvidada estos días, estos meses. Son curiosos esos flashes que nos inundan en un segundo. En un segundo puedo verme, y no sólo verme, sino sentirme, recordarme en un rincón de mi habitación, soñando, creyendo y esperando que todo eso que mi cabeza añora y convierte en una ilusión se haga realidad.
Por ejemplo, todas esas cosas que suelo hacer porque quiero hacerlas, y que siempre siempre, tras hacerlas, me hacen sentir estúpida, o me hacen dudar, o consiguen borrar la poca seguridad que había conseguido labrar con esfuerzo.
Por ejemplo, los pensamientos estúpidos que siempre han sido característicos en mí (no puedo evitar sonreir al escribir lo de "pensamientos estúpidos". Ahora mismo es lo más bonito que puedo escribir. Me encanta poder permitirme ese tipo de pensamientos. Me encanta poder seguir siendo estúpida de vez en cuando, y no en el sentido despectivo, sino en el sentido de "tonta ignorante").
Y, por supuesto, la ilusión por convencer a los demás de que se puede creer en ellos. Pensamientos irreales, soñadores... Ahora, hay veces que me doy cuenta de que se alejan de mí, y sé que es bueno, sé que eso me asienta en la tierra, y que ahí es donde debo estar. Pero cuando los veo irse, y noto que debo dejarlos ir... siento que una parte de mí se va con ellos. La parte que protegía a toda costa.
La parte que más daño me hacía y que más me ayudaba. Es precisamente lo que dicen del amor, dejando a un lado la discusión de si existe o no. Que hace daño, que duele, que hace llorar, que desgarra... pero no queremos dejarlo ir. Y entonces te preguntas sólo una cosa: ¿Por qué?
Qué cursi suena, ¿verdad?
Cuando me permito tener este tipo de pensamientos, me siento un poco mejor.
Cuando obtengo conclusiones, no tanto.
2 comentarios:
Soñar, viajar con el pensamiento y dar forma a tus propias ideas es una forma de evadirse de la realidad e incluso de ignorarla. Y ya se sabe que la ignorancia es la felicidad en muchos (o todos) los casos. Te sientes bien y eso es lo único que importa.
Las conclusiones te asoman de nuevo a dicha realidad, te la muestran tal como es y en toda su crudeza. Sin embargo es posible aprender a apreciar dichas conclusiones y llegar a entender que, en si mismas y sean del tema que sean, no son "malas" en absoluto, ya que forman parte de tus decisiones y finalmente de tu propia evolución como persona.
Ambas cosas pueden ser igual de gratificantes si se valoran en su justa medida.
Me encantaría conocer un poco más a esta lara :)
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